Señor presidente,
no es con granadas de discurso
ni con puentes de papel sellado
cómo se apaciguan los estómagos vacíos.
La patria no se administra como una finca,
ni se riega el porvenir con decretos estériles.
Los maestros han salido,
con la tiza aún tibia en los dedos,
a escribir en las avenidas
lo que ya no cabe en los cuadernos rotos:
por eso es la protesta, señor presidente.
Los obreros del acero y el concreto,
hijos del martillo y del andamio,
han bajado del muro
porque el salario no sube con el sol
ni la dignidad se arrienda por semana.
Por eso es la protesta, señor presidente.
En las fincas de banano,
el sudor sigue floreciendo sin cosecha,
y la tierra, muda, no da respuesta
a los jornales que se pudren en los surcos.
La fruta viaja en barcos de oro,
pero el campesino mastica sombras.
Por eso es la protesta, señor presidente.
Las plazas se han llenado de valientes,
pero usted manda escuadrones con escudos
a sembrar gas donde había esperanza.
¿De qué sirve el orden
si las gargantas terminan cenizas?
¿De qué sirve su ley
si castiga más al que clama que al que roba?
Por eso es la protesta, señor presidente.
Nos encierran como si el hambre fuera delito,
como si la justicia fuera una amenaza.
Las cárceles se llenan de gritos,
las aceras se llenan de casquillos,
y las bombas, señor presidente,
no siembran paz, siembran rabia.
Por eso es la protesta, señor presidente.
El país no es su sombra.
Es un cuerpo vivo que camina,
que llora, que escribe con los pies
lo que ya no cabe en los discursos.
Y si nos llaman rebeldes por levantar la voz,
entonces la rebeldía será nuestra patria.
Por eso es la protesta, señor presidente.
Así no se dirige un país, señor presidente.
Con miedo no se gobierna,
con represión no se siembra futuro.
Que lo escuche quien aún tenga alma en Palacio:
el pueblo ya no quiere obedecer en silencio.
Por eso, y por lo que vendrá, es la protesta.
Si el pie de fuerza
es la base que sostiene su mandato,
si el bastón golpea más que la palabra,
si el humo de las lacrimógenas se alza más alto que la justicia,
si los Derechos Humanos
son hojas secas bajo su bota,
entonces, señor presidente,
no necesitamos más excusas,
ni más cadenas disfrazadas de decretos:
necesitamos otro presidente.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025