Milber Fuentes

Lo que no debe ser sostenido: Hasta cuándo vamos a fingir (o La obediencia y la sed, si decides cambiarlo)

¿Cómo es posible que no se pueda,
cuando en mi mente todo —todo— es posible?

—“No estoy en tu mente”, dices.
¿Quién lo asegura?
Estás como las olas:
vienen pensamientos sobre ti,
y van recuerdos como caminos veredales,
llenos de barro, sin retorno.

¿Cómo es posible que nos atiborremos de promesas rotas,
cuando lo único real es ver tu cuerpo cantar,
idolatrar la lectura entre líneas,
los lunes, los miércoles por la mañana,
cuando respiras el mismo aire que yo?
Despiertas a mi lado
y no en esa cárcel que tú llamas hogar.

¿Cómo es posible vivir vidas que no se parecen a lo que somos,
cuando la vida es tan corta
como para postergar la libertad?

¿Hasta cuándo vamos a fingir?
Nos hacemos daño,
transformando deseos en vínculos morales,
abrazando la culpa
como quien abraza una soga.

Nos alimentan con migajas
y aun así pedimos la receta.

¿Cómo es posible que sigamos creyendo
que somos bosque seco,
en medio de un verano interminable,
muriéndonos de sed todo el tiempo,
cuando en realidad
ocultamos una selva húmeda,
ríos caudalosos,
fiebre de raíces bajo la piel?

Somos agua que no se atreve a desbordarse,
nacimos para resistir,
nos enseñaron a resistir.
Somos la generación que se traga el grito,
que mastica la rabia
con los dientes quebrados.

Y yo ya no puedo seguir preguntando.
Porque las respuestas no salvan.
Porque las respuestas son eso:
formas amables del silencio.

¿Cómo es posible haber creado esta fuerza tan descomunal,
para terminar convertidos
en criaturas muy débiles,
muy tristes
y solas?