Los versos me murmuran en la frente
desatan su maraña de preguntas
se tornan laberintos, voces juntas
y soy su prisionera y su demente.
Me acechan en la noche, mansamente
me envuelven con promesas nunca adjuntas
me dejan en palabras moribundas
la sed de lo imposible y lo ausente.
Versiloquio: decir lo que no es dicho
jugar a ser inmune a la caída
besar el precipicio con capricho.
Hoy me voy, palabra por herida
temblando entre lo eterno y lo fortuito
soñando ser el sueño de la vida.
Fui todas: la que ríe, la que pregunta, la que ama, el que tropieza, la que arde, el verso fue mi piel, mi sangre, mi alarde, mi sombra, mi rincón, mi voz conjunta.
El verso fue mi error, mi brasa y punta, mi escudo, mi prisión, mi mejor tarde, me hizo de tantas formas, y a su alarde
le debo cada herida que me junta.
Versiloquio final: no hay despedida, que el verso sigue andando donde escribo, me sobrevive, canta, cae, anida.
Y yo, que fui su huésped, soy su estribo, soy cuerpo en su papel, soy su medida, soy quien lo regresa a la vida.