Mi mujer. (Soneto)
Es señora, de mente consagrada
que en los jardines puros resplandece
y hasta en los sueños tímidos parece
un suspiro de Dios en la alborada.
Flor sin pecado, de virtud sellada
tu blancura no grita ni enloquece
más bien en el silencio que engrandece
la gracia de tu cuerpo, consagrada.
No es pasión lo que das, sino reposo
no llamas a la fiebre, sino al cielo
con tu candor tan cálido y hermoso.
Eres la paz, el templo y el consuelo,
y entre tu pecho vive lo precioso
de aquello que no cambia en su desvelo.