Poemas De jahel

La Muerte que  Olía a Perfume

 

 

No traía el mundo en sus manos,

tenía mi vida en sus pies.

No usaba túnica negra,

tenía abrigos de piel.

Su perfume era tan hermoso

como una noche lluviosa.

 

Entró a mi vida y me dio alegría.

Cada palabra, cada sonrisa,

cada que ella me daba,

era un engaño a mi corazón y a mi mente.

Nos envolvió en su vida,

y quedamos siendo su fiel y amado juguete.

 

Ella entró como la muerte, sin avisar.

Solo vino, ayudó,

y me enterró ahí donde es más frío que el invierno.

Me enterró ahí donde no hay mucho calor,

como en el infierno.

Sus besos fueron las guadañas

que me enterraron donde siempre temí haber llegado.

 

Me enterraste donde enterré el recuerdo de papá,

donde enterré la ansiedad,

el desespero y el desinterés.

Y esta muerte estaba linda, y olía rico.

Sus mentiras eran como dulces besos,

como delirios exóticos.

Y su vida era un mundo por explorar.

 

Me enamoré de una muerte

que nunca pensé que iba a tenerte.

Y entre más llegaste, te apartaste.

Me llegaste, me animaste, dudaste…

y solo me dejaste.

 

Ya no más tus besos,

ya no más ese perfume,

ya no más esos recuerdos hermosos

que me hacían feliz como el niño pequeño que siempre fui.

Terminé en el olvido, muerto, desvivo.

 

Hay algo lindo en morir con una muerte

que a la vez fue cruel,

pero moriría mil veces con el afán de recordar

que pude tenerte,

y que mi muerte fue la más bella,

física y espiritualmente.

 

Y sin alma, sin más que sentir,

toca despedirme y decir:

gracias, Muerte.

Gracias, chica.

Fue un honor tenerte.

Y con toda aceptación,

en la nada —no en el infierno, no en el cielo—

en mí…

siempre te esperaré,

por si un día vuelvo a tenerte.