LOURDES TARRATS

Confesión de la luna enamorada

Confesión de la luna enamorada

Si yo fuera la luna —
no la de los calendarios,
sino la amante secreta del cielo—
te escribiría con luz
sobre la piel de la noche.

Te observaría
como se espía un milagro,
escondida tras un velo de niebla,
con el pecho lleno de mareas
que suben y bajan,
que se acercan, y después se alejan,
solo para repetir la trayectoria,
como un suspiro que no cesa,
como un vaivén que aún sin tocar,
acaricia.

Sería un ojo de plata
llorando deseo en silencio,
una lámpara encendida
por el roce de tu sombra.

Te vestiría de invisibilidad,
para que nadie pudiera acercarse,
para que sólo yo —desde mi altura—
te guardara en secreto,
cada vez que piensas en mi nombre.

No podría tocarte —jamás—
pero enviaría mis reflejos
a colarse entre tus párpados,
como caricias que arden.


Y en mi plenitud,
cuando toda yo me hiciera círculo
de fuego blanco,
te gritaría sin voz:

“¡Ámame!
Aunque sea de lejos,
aunque nunca me alcances,
aunque solo te alumbre
cuando estás perdido.”

Y entendí al fin
que no hace falta tocar
para amar eternamente.
Basta con arder en silencio
en la órbita de tu sombra.

—L.T.