A orilla del camino, soy la roca
que con sus ojos azorados, mira indiferente.
El cruzar de vehículos y transeúntes
mira la vida que, aunque no va a ninguna
parte no se detiene.
En las ventanillas, se ven los rostros que dejan
volar sus pensamientos de culpa o de pena, alegrías
tristezas, lujurias, desprendimiento y uno que otro
transeúnte que llora de pérdida.
Yo también voy a ninguna parte
detrás de esos pensamientos que al final no son míos
ni de nadie.