Fuego sin tregua
No avives más las llamas.
No hace falta.
Este fuego creció solo,
saltó del abismo sin nombre
y no conoce frontera.
¡Te amo!
Más allá de lo posible.
Mi espíritu lo grita
rebelde, errante,
sin cadenas ni moral,
como un viajero sin patria
que se enciende con solo pronunciar tu nombre.
Te amé desde el principio —
desde que tus dedos,
dibujando nidos en mi cabello,
callaban el mundo.
¿Puede un fuego durar eternamente?
Sí.
No lo apaga el río,
ni la lluvia, ni los mares,
porque el viento lo alimenta
como un sol secreto
que nadie puede apagar.
¡Te amo, te amo!
No por elección,
sino porque me ardes por dentro.
¿Este fuego es mi carga,
o mi don?
No importa.
Lo llevo encendido en la carne,
y enciende la inmensidad.
¿Y si un día, en el horizonte,
allí donde el viento se rinde
y los mares se aquietan,
este fuego encontrara descanso…
y se volviera estrella?
—No.
Mil veces no.
Porque ¡te amo, te amo!
Camino encendida, errante,
con este fuego en mis manos
que florece sin tregua.
¡Te amo!
Te amaré hasta el fin.
¡Vida!
¡No hay llama más eterna
que la de quien ama el hecho de estar vivo!
— L.T.