¿La miras igual que a mí?
¿O aprendiste a fingir mejor?
Fui tu abrigo en invierno,
cuando el frío nos golpeaba,
te cobijé,
fui tu refugio.
Pero me desechaste en primavera,
como quien tira un trozo feo
a la basura del olvido.
Cuando te fuiste
quise huir de mí misma;
me sentí tan sola
que hasta los desconocidos
se convirtieron en mi hogar.
Mientras tú,
arrogante,
sumabas trofeos en tu lista,
te acostabas con las sombras
que eran mi inseguridad.
Me traicionaste,
me mentiste,
me expusiste,
me dejaste con la falacia
de que siempre sería yo,
y nadie más que yo.
Me cambiaste como a una canción:
la que antes sonaba dulce,
y ahora te provoca náuseas.
¿Quién recibe las caricias
que alguna vez me pertenecieron?
¿Tan fácil fue arrojarme
a tu colección de olvidos
por coleccionar mentiras?
Me dejaste en nada:
rota, sangrante,
herida y destrozada.
Ni una cura aliviará este pecho,
quizás solo tus manos,
esas manos mentirosas
que aun así
me hacían temblar de amor.
-S.S