Luis prieto

Esa extraña comunión

Los domingos de reunión, esa extraña comunión,

de alegrías tan sentidas… y de penas compartidas.

Se mezclaban el amor, el rencor, la decepción,

y entre risas encendidas, se colaban las heridas.

 

Era fiesta tan pagana, donde ardía el corazón,

aunque siempre había amor, también había discusión.

Nunca escasa la comida, todo en gran exageración,

y el licor que se ofrecía desataba algún renglón.

 

Las palabras, como lanzas, se cruzaban sin piedad,

aunque luego, entre abrazos, regresaba la amistad.

Los adultos, ya encendidos, confrontaban su verdad,

y los niños, divertidos… eran testigos sin edad.

 

Siempre ajenos, siempre alertas, tras los juegos, tras la risa,

percibían en el aire esa mezcla tan sumisa:

de cariño con tiranía, de lo dulce con lo cruel,

como un rito que se hereda bajo un cielo de papel.

 

Pocas veces armonía reinaba en tal reunión,

pero aún con sus tormentas, latía el mismo corazón.