Rictus de tristeza y dolor
A mi cara ajada asoman,
Mirando mis manos vacías,
De épocas idas, de tu piel urgidas.
Cayendo va, el telón de la vida,
En estas manos llorosas, cansadas,
Las que tus primaveras llenaban,
De caricias primeras, tu cuerpo de niña
Que ya sabía mujer.
Te dejabas amar sonriente, queriendo,
A mis arrestos mostrar, que
Experiencia, también tenias
Por lo menos, en la ficción.
Recorría tu cuerpo, con alma de niño,
Prendido en tu seno, dunas preciosas,
El monte de venus y sus aledaños,
Encendía la flama de tu gran pasión.
Ebrios de lujuria, en sábanas blancas
los cuerpos ardían, sin tregua, sin fin,
Locos de ansias y deseos confusos
El amor entregaba, su mejor versión.
Cabalgando ligera en total desenfreno,
Ceñían mis manos tus muslos tan blancos,
Tus senos soberbios, tu vientre caliente,
Y ese hermoso delta, de tu espalda baja.
Rienda suelta a tus fantasías, les dabas,
En esa montura firme para tus arrebatos,
Mientras seseabas con dulces gemidos,
Hasta morir juntos en el interludio.
Tus manos, fuego sagrado en mis carnes,
Bañadas con efluvios constantes,
De placer y agonía, de sueños y besos,
Martirologio de un amor sin futuro.
Delalma
28/03/2020