Una miradita a la casa
donde mi madre cantaba,
donde el puchero esperaba
como quien nunca se cansa.
Aún huele el patio a jabón,
a ropa limpia tendida,
y a esa ternura escondida
que uno no olvida jamás.
Una miradita y me voy,
que ya la tarde se inclina,
pero algo en mí se ilumina
cuando la puerta se oyó.
Quizá ya nadie esté allí,
y la pared tenga grietas,
pero es mi casa, completa,
cuando yo vuelvo por mí.