En días así,
puedo volver a ver tus ojos.
La noche, desnuda,
vestida solo del resplandor de la luna,
brillaba en tus pupilas salvajes,
gotas melosas que miraban el alma.
Tus ojos:
grabados como geoglifos
en la fría piedra del recuerdo.
Sopla la brisa de otoño.
La luna entona su melodía de medianoche,
y me arrastra,
hechizada aún
por los pliegues de tu memoria.