Balada del poeta
Carpintero, creador de barcos en madera,
que desafían al mar, al tiempo y la espera.
Tus manos dan forma a sueños prestados,
aunque sepan que el agua los hará olvidados.
Dejaste atrás el ansia y la euforia,
ahora construyes por rutina, por memoria.
Con cada clavo que hundes en el tallo,
parece que sellas secretos al callo.
Yo sé lo que sientes en tu labor callada,
porque yo tallo versos, con el alma anclada.
Pero mis poemas, más frágiles que tus barcos,
nunca encuentran puerto, ni aplausos ni faros.
Flotan en el mar, como hojas a la deriva,
huyendo de la sombra, muriendo en la brisa.
El viento los lleva, los borra la marea,
y su eco se ahoga en la noche que los ciega.
Yo construyo con palabras, tú, con maderas benditas,
y ambos sabemos que la creación nos grita.
Aunque el mundo ignore, aunque nunca los lean,
escribo… porque en mí, hay un fuego que quema.
Hay poemas que nadie lee,
pero aun así iluminan la oscuridad.
— L.T.