Lo de Hacienda está pendiente,
ya llegará esa devolución y por
fortuna no la necesito aunque,
a decir verdad, que se hagan las
paces con las cuentas pendientes
es algo que tranquiliza, como si
nos quitaran un peso de encima, no
estar pendiente de eso aunque,
a decir otra vez verdad, no lo estoy
pero queda ahí —no lo estoy en lo
consciente—, pero lo inconsciente
es un mar más extenso, más profun
do que el consciente cuando —no
sé por qué regla de tres— se le da siem
pre más importancia a lo segundo
que a lo primero cuando —decido abu
sar de este cuando— la decisividad de
uno, el primero, es inmensamente
más decisiva que la del otro, el segun
do. Dejo a un lado este galimatías...
Ya apenas escribo y es, entiendo tras
pensada tras pensada, que, desde hace
un tiempo que no sabría precisar, me
estoy soltando de todas las disciplinas
que me ataban antaño a una marioneta
—no todas, digamos que las he suavizado
en cuanto al rigor de lo que pesa un deber,
porque cualquier orden que se repute como
ordenado debe guardar en sí algún rigor—,
y yo, otra cosa no, busco un orden de esos
que estándarmente se le califica de ordenado
—no como mis compañeros de piso, no veas—,
y cambio de tema ya porque me estoy abu
rriendo.
Repaso y decido si sigo...
Lo dejo aquí.
Ya otro día.