Sara Sofia Bocanegra Carvajal

Azul que arde

 

Un beso azul

que incendia el hielo,

caderas anchas

donde se esconden

las sombras ambiguas del deseo.

 

Brazos largos,

ligeros como humo,

se pliegan sobre sí mismos,

intentando abrazar

el calor imposible

de su propia soledad.

 

Muslos marcados

por el paso de inviernos

que nadie recuerda,

historias frías,

fugas engañosas

en el mapa de la piel.

 

Un abdomen,

tallado por la indiferencia

de dioses dormidos,

custodia el silencio

como una herida sin cicatriz.

 

El rostro,

más mito que carne,

parece surgir

de un tiempo ficticio,

una estatua que respira

en la penumbra azul.

 

Trazos blancos,

cuchillas de luz,

hienden la sombra

como relámpagos ciegos,

gritos suspendidos

en la espesura del vacío.

 

Más piedra que mujer,

y sin embargo,

abriéndose como grieta

para escapar de sí misma.

 

Un pecho erguido,

no por orgullo,

sino por resistencia,

como quien desafía al abismo

con los huesos desnudos.

 

Una feminidad innegable,

atada a una cuerda invisible,

tan frágil que amenaza con romperse,

tan terca que no se suelta,

aunque el precipicio

la llame por su nombre.

 

-S.S