Dejaría todo
por haberte dicho lo suficiente,
por desatar las palabras
que escondía en mi mundo sin sentido.
En cada carta
deletreaba tu nombre,
intentando confesar,
en cada verso,
que te amaba.
Creía que algún día
las leerías,
como si mis sentimientos
fueran hallados
en un sobre en blanco,
gastado,
pidiendo en silencio
que me miraras
por última vez.
Pero nada de eso sirvió.
Aquellas hojas
fueron quemadas,
y los sentimientos
apagados entre llamas
que alguna vez quise encender.
Ni siquiera pude
sostener tu mano.
Ni siquiera pude
cumplir el tonto deseo
de besarte,
de abrazarte.
Ahora mi aliento
se lleva
lo que algún día
fue nuestro.