Surbordinador tiene un rostro hermoso. Parece un lobo, tiene dos colores, blanco como un husky, y rubio como trigo bañado por el sol. Parece fiero, pero todo el mundo quiere tocarlo. Cuando caminamos por las calles, recibe piropos de niños y mujeres a su paso exclamando:
! ¡Qué bonito es tu perro!
Si lo levanto a dos patas , me llega hasta el cuello.
La amistad con mi perro siempre fue muy buena, y será mientras viva, tan fuertemente se ha construido, que ni la muerte podrá separarnos de seguir caminando juntos. Amaba la vida con más fuerza y pasión que la mayoría de gente que conozco. Siempre lo hizo desde la lealtad, prefiriendo estar conmigo antes que con otros perros u otra gente. Se acerba siempre donde estaba. Parecía llevar botines en las patas, nunca le oía cuando estaba en mi compañía, hasta que llegaba hasta a mi saliendo de algún rincón. Dejaba caer su hocico de nieve sobre una de mis piernas, y me miraba con sus ojos color de miel para que le acariciara. Su pelaje era suave y cálido. Aún está entre mis dedos el recuerdo de su tacto. Sus orejas rubias afiladas y puntiagudas se doblaban al acariciarlo, como lo hace la avena cuando las mece viento. Entornaba los ojos y dormitaba de pie, con su hocico apoyado en mi cuerpo ,en ese ritual de las caricias. Era tan agradable su compañía, que en la mayoría de ocasiones prefería estar con él antes que con mis semejantes. Durante años me llevó arrastrando la bici a modo de trineo, tal era su fuerza de caballo más que de perro. Subordinado tenía carácter de un obrero, y el de un espíritu aventurero, disfrutábamos subiendo las colinas pardas cenicientas de Vall D´Uixo, y otras que recuerdan los paisajes de los desiertos rojos de Arizona, con sus ocasos encendidos. Aunque aquí las estrellas se clavan como espuelas en el mar. Los años más libres de mi vida los pasamos juntos; subiendo y bajando cerros salpicados de retamas secas, romeros verdes y amarillos, metiendonos en barrancos entre cañares donde serpetena las culebras , y silban las chicharras entre ahuecados algarrobos
Su muerte se debe a ese amor tan fuerte a la vida , y verse privado de lo que más le gustaba, mi compañía. Pasear juntos , celebrar el tiempo de ocio los dos nadando en el mar y en pantanos. Por circunstancias laborales, un día tuve que montar en un tren que me llevó al noroeste. Él se debía quedar atrás un tiempo , sería hasta volver a reunirnos, lo dejé al cuidado, en otro sitio, con otra gente.
Se ha arrojado a la muerte por ese amor y lealtad que me tenía, como si fuéramos Romeo y Julieta , cuando quedaban 24 horas para volver a vernos, recibí la noticia de que había fallecido.
Ahora empieza un largo duelo.
A Subordinador, Mayo 2014- 18 de Julio 2025.