La lluvia tiene siempre algo cierto,
un grado de melancolía
que nadie niega,
como una gotera
que se cuela sobre la cama.
Un recuerdo empapado,
guardado para después,
para esos momentos con uno mismo,
cuando la herida aprieta
y uno respira,
como cuando se deja ir un quejido
que alivia,
cuando algo duele.