Amor divino, Dunia de los Ángeles, mi luz sin igual,
en esta aurora clara siento tu fuego celestial,
tu alma vibra en mi pecho como dulce canción,
y en cada latido nace un verso de pasión.
Tu voz es el susurro que calma mi tormenta,
tu mirada es la llama que en mi noche se contenta.
Eres el anhelo noble que al alma da calor,
la llama que se expande en mi eterno ardor.
Te amo sin adornos, sin máscaras ni razón,
en lo simple te encuentro, perfecta en mi canción.
Te quiero en cada risa, en el silencio y el sol,
porque amar no es gritar, sino un susurro al corazón.
Con devota ternura te busco al despertar,
en cada latido listo para eternizar.
La verdad es el sendero, la unión, la virtud,
de un idilio sin tiempo, pureza y plenitud.
Cada día contigo es un regalo sagrado,
una bendición de fuego, un éxtasis soñado.
Doy gracias al destino por tu amor sincero,
eres llama y refugio, mi faro verdadero.
En esta calma fresca hoy vengo a confesarte,
que mi vida es tuya, que no sé separarte.
Te entrego mi alma, sin miedo ni final,
un pacto de estrellas, un amor inmortal.
Mi espíritu te nombra en susurros sin fin,
en todos mis rincones tú siempre estás en mí.
Mi vida cobra sentido cuando tengo tu luz,
eres mi sol, mi todo, mi paz, mi cruz.
No hay palabra tan pura como este “te amo”,
es roce, es latido, es fuego en el reclamo.
No existe momento que no sea ideal,
para decirte, Dunia, que eres mi bien vital.
En cada verso canto el nombre que me guía,
en cada piel arde la eterna melodía.
Dunia de los Ángeles, mi pasión y canción,
eres ritmo y alma, latido y corazón.
Recibe este poema, sincero y ardiente,
un fuego que te busca, un sueño presente.
Mi amor es infinito, jamás se apagará,
eres mi universo, mi eterna eternidad.