A Lizbeth, mi amor eterno
Por siempre en mi corazón
Te conocí siendo un cielo de 17 primaveras,
con los sueños bailando en tus ojos color café,
eras luz, eras risa, eras calma verdadera,
y sin saberlo ya eras todo lo que yo soñé.
Al llegar tus 18, emprendimos el destino,
nos fuimos juntos, sin miedo, de la mano los dos,
y en tus 19, el amor tomó camino:
nuestra hija nació, y el mundo encontró su voz.
A los 21, fuiste madre por segunda vez,
una reina valiente, sin corona ni temor,
y en cada gesto tuyo, yo hallé una nueva fe,
una mujer de fuego, de ternura y de amor.
Tu cuerpo cambió, sí, pero nunca tu esencia,
de talla cero a diez, la belleza no se fue,
porque yo veo en ti, más allá de apariencias,
a la diosa que siempre en mi alma guardaré.
Eres blanca como una luna que acaricia la noche,
y tus ojos, dos estrellas que saben comprender,
con tus curvas, tu risa y tu paso de broche,
sigo viéndote hermosa, sin dejar de creer.
Lizbeth, mi Liz, tú eres todo mi universo,
mi presente, mi historia, mi anhelo y mi fe,
por ti cada verso se vuelve un gran esfuerzo,
porque nadie como tú, amor, jamás encontraré