\"El barro no le dice al alfarero\", Isaías 45:9
Con mis manos en su piel
me convierto en alfarero
que modela la silueta
del contorno de su cuerpo.
Definidas por la greda
las fronteras de sus senos
con benigna sumisión
se someten a mis dedos.
Como lodo humedecido,
que se escurre blando y denso,
estilizo sus caderas
en el torno en movimiento.
Se embadurnan por el fango,
de la dermis, sus senderos,
recreando una escultura
armoniosa por lo esbelto.
Maleable su figura,
tibia arcilla de ornamento,
se derrite si la toco
como témpano de hielo
al ardor de mi contacto
que calienta como el fuego.