William26🫶

El Que Se Queda

El que se queda
por Wcelogan

 

> “Quien ama, siempre corre el riesgo de quedarse con la taza vacía.”
— Wcelogan

 

Uno lava las tazas.
El otro silba desde el baño.
Uno barre migas de pan.
El otro riega la albahaca
y le quita hojas de rutina
para que no crezca cotidiana.
Ambos creen
que el “siempre” es una calle sin final.

Pero un día,
uno se irá a comprar silencio
y no volverá de su cita ineludible.

Quedará una silla con nombre,
una toalla sin turno,
el lado frío de la cama
y dos cucharas que ya no se chocan
en el lavaplatos.

Uno pondrá la alarma
aunque ya no tenga a quién despertar,
y dejará encendida la luz del pasillo
por costumbre… o por fe…
o para recordar
en vez de llorar.

Uno será el que se queda:
con la media sin par,
con los audios que no borra,
con la lista del súper en la heladera,
con los “no te olvides” que ya no se dicen
y el te amo subrayado en rojo
en papelitos olvidados.

Lavará la taza del otro
aunque ya no haya labios que la busquen.
Cambiará la esponja gastada
el día que caduque la tristeza.
Revisará el celular
como si aún pudiera vibrar con tu nombre,
como si esa agitación
fuera todavía emoción.

Será quien guarda la ropa
con olor a antes,
quien habla con las fotos,
quien cocina por costumbre
y sirve la mesa como si esperara.

Y se reirá solo,
al encontrar en el cajón del desorden
un encendedor que nunca funcionó,
pero que jurabas era “de la suerte”.

Será quien no dijo todo,
quien pospuso abrazos
por lavar los platos.
Quien creyó
que el amor era eterno
y no urgente…
bendita ausencia que no avisa.

Buscará
tus pasos en los mosaicos,
tu perfume en la almohada,
tu voz en la tostadora,
el eco de la nostalgia en los objetos.

Y no hay poema
que pueda llenar ese hueco,
ni misa, ni viaje, ni afán.
Solo queda
la risa que se fugó contigo,
el llanto que se quedó sin testigo,
un par de sandalias olvidadas
junto al mueble de la entrada
y ese arte de hacer reír.

Así que, mientras estén:
rían como si el día tuviera remiendos,
bésense aunque no tengan ganas,
discútanse sin romperse,
perdónense sin manual,
y dejen que el orgullo
duerma en el sofá.

Hagan el amor con las luces encendidas,
abrácense hasta que se rompan las penas,
lávense el alma y el cabello,
y escriban tonterías
en la pizarra del refri…
ese usual apodo cariñoso.

Porque alguien será el que se quede.
Y solo tendrá
la taza del otro,
una playlist incompleta,
el vacío que se vuelve inmenso
hoy en el apartamento,
y ese silencio
que se sienta en la mesa
como tercer comensal
que ha llegado sin invitación.