pasaba

El desierto mar adentro.

El silencio es un delirio rápido

De plenitud total, una ínfima partícula de infinito.

Dudar, estremecerse, temblar, frágiles imágenes del tiempo.

El núcleo duro de pesar, de pudrirse

Y este ruido de fuente sin origen

¡Golpe  de ala desplegado en el espíritu del viento!

La prisa que teníamos por escuchar en nuestras voces

El origen mudo de la palabra

El nacimiento de tu nombre,

La fuerza de tu voz… de la voz

Al agua oscura que allí se separa

Lo verde fermenta un amanecer  en la tierra

Al agua que se ríe en las piedras

Disipa el fervor de las imágenes,

Con la gota de agua clara en mi ojo

Memoria de una frescura ciega

Cuando el alma comprueba  que ahí también nace el desierto

De lo que se pretende  indiviso y fluido.

Canto levantado en el auge del canto

Enjambre de destellos que nada interrumpe

Palabras y gestos breves tejidos en lo abierto,

En la orilla herida  y adolorida

néctar de frutos  azules que que componen  el mar

Retazos de niebla, apósitos tirados.

Todo lo que se calla en un silencio

Infinito de un pacto de luz  sellado entre

El pensamiento, la imagen, las sílabas y la palabra,

Háblame y que en la claridad matinal

Tu voz brille golpee contra los flancos de un colosal acantilado