JUSTO ALDÚ

ABISMOS DE PODER

El poder tiene párpados de alquitrán
y sueña con relojes que solo marcan la herida.
Despierta en la cumbre de un rascacielos invertido
y baja sus raíces al cráneo de los olvidados,
donde la luz se retuerce como un juramento enfermo.

Los abismos del poder no están debajo:
flotan, como islas negras sobre el pecho del mundo.
Allí se bebe el alma en copas de humo,
se imprimen decretos en pieles dormidas
y se siembra silencio con plumas de oro falso.

Cada decreto es un pez ciego que devora historia,
cada ley, una espina que florece en la lengua.
Los poderosos mastican la realidad
como si fuera arcilla caliente moldeada a martillo,
y vomitan mapas donde el sur siempre sangra.

Se sientan en tronos de espejos rotos
que reflejan sus rostros multiplicados,
y en su mirada hay un niño que grita sin voz
desde una urna sellada con promesas vacías.

Y mientras tanto, los pueblos caminan en círculos,
como relojes sin manecillas,
buscando la salida en el centro del laberinto,
sin saber que el Minotauro ya no ruge:
se sienta tranquilo, con corbata y cifras,
y escribe discursos sobre libertad…
con tinta hecha de sombra.

JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.