El tiempo se evapora en un pestañeo,
y lo poco que tenemos
se pudre en las manos de otros.
Vivimos tanto…
que en tanto,
tanto se pierde,
y al final nadie sabe
si valió la pena.
Trabajamos hasta el cansancio
para sostener un mundo
donde los poderosos no conocen límites.
Su hambre es infinita,
su gula nos exprime
hasta dejarnos secos.
¿Acaso quieren mantenernos
dormidos en la comodidad de la ignorancia?
¿O temen que despertemos
y descubramos que el poder
es un invento frágil?
Al que grita, lo silencian.
Al que calla,
lo obligan a hablar a la fuerza.
No hay salida:
todos somos piezas
de un tablero manipulado.
Un sistema podrido,
que se cubre con sonrisas
y discursos huecos.
Quien se atreve a contradecirlo
desaparece,
y nadie pregunta por qué.
Esto no es nuevo,
lleva siglos infectando nuestras raíces,
y aun así,
seguimos esperando milagros
de un cielo roto,
un cielo que ya no existe.
-S.S