Zac Castillo

Los árboles no tienen ansiedad.

Con el paso de los años,

empiezo a apreciar más los árboles.

Ellos, tan llenos de misterio,

me llenan a mí de dudas.

¿Qué habrán visto ellos que yo no?

Permaneciendo de pie frente a lo inevitable,

aprendiendo a ceder sin quebrarse,

atravesando la violencia inevitable de los siglos,

sin murmullo de queja alguna.

Ecuánimes. Estoicos.

Como si disfrutaran

su callado paso por el mundo;

como si su templanza viniera de la propia tierra que los sostiene.

Como si callaran el secreto de la plenitud.

 

A veces,

quisiera ser árbol.

No para huir de lo que me aqueja,

sino para sentir,

aunque sea por un instante,

serenidad plena.

 

Cual viejo roble,

que no le teme ni al viento,

ni al frío,

ni al hambre,

ni al tiempo,

ni a la muerte,

y tampoco a la soledad.