Esta es, quizá, la última vez que riego este cuerpo marchito.
Lo hago sin risa, sin esperanza,
como quien cuida una flor que ya no quiere florecer,
como quien escribe cartas a un abismo
esperando que el eco sepa leer.
Esta es la última vez que me abro el pecho
como quien abre una jaula esperando hallar un ave,
y en su lugar, encuentra ceniza.
Busqué un corazón, el mío
y sólo hallé carbón,
carbón mío,
carbón frío, inerte, ajeno a su propio fuego.