No todo en la vida se mide en victoria,
ni todo el aplauso corona la gloria.
Hay triunfos que brotan sin ser anunciados,
en gestos sencillos, discretos, callados.
Amistad verdadera no exige trofeos,
no habita en vitrinas ni vive en deseos.
Florece en la risa que alivia el quebranto,
y en el fiel compañero que abraza tu llanto.
No es solo el que brilla con fuerza en la pista,
es quien se arrodilla si el alma se enquista.
No es quien te celebra tan solo al subir,
es quien no te suelta si vas a partir.
Compañerismo no es foto o pancarta,
es tender la mano cuando el alma se parte.
Es decir “a tu lado, sin duda estaré”,
cuando todos se van… y tú no sabés.
En campos, en rocas, en mapas, en ciencia,
en cada jornada cargamos conciencia.
Mas más que el saber, que el dato preciso,
vale el ser humano… su abrazo, su hechizo.
El oro más puro no está en los estratos,
ni en vetas profundas ni antiguos relatos.
Está en el amigo que no te abandona,
que llega a tu lado… sin pedir corona.
Si vas a luchar, que sea con el alma;
si vas a ganar, que no muera la calma.
Porque el mayor premio que puedes lograr
es hallarte en el otro… y saberlo amar.