Te busco en la esquina que no existe,
donde el reloj se desploma como una hoja húmeda,
y las escaleras conducen a la raíz invertida del cielo.
Allí, mi amor,
tus pasos retumban como el eco de una palabra que nunca se dijo.
En ese mundo torcido de espejos sin frente,
tu rostro es un faro sumergido en el agua,
y tus manos, alas que no obedecen gravedad alguna.
A veces eres piedra que respira bruma,
otras, un relámpago que solloza dentro de un caracol.
Te llamo desde el viento que exhala mármol,
desde el vientre del fuego sin ceniza,
y me respondes sin boca,
con un temblor que surca los hilos de mis sombras
como si amar fuera bordar en un telar invisible.
En mi mundo te sueño desnuda de forma,
vestida de ausencias suaves como tinta diluida.
Te beso en el reverso de la palabra “siempre”,
donde las letras bailan de espaldas
y el idioma se disgrega como humo con memoria.
Hay un cruce, un vórtice de plumas negras
donde el tiempo se apaga para que yo te recuerde.
Te amo entre dos relojes que se niegan a coincidir,
como dos lunas que se recelan en su danza de siglos.
Te amo donde no estás,
y aun así eres.
Allí donde el alba se esconde avergonzada,
te encuentro sentada en la orilla de mis ruinas,
leyendo las frases que no terminé en esta vida.
Y aunque en cada universo tu piel tenga otro nombre,
mi amor,
mi alma siempre sabrá pronunciarte
como una larga avenida
o un pedacito de amor.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025