Tú, morena mía,
con esas piernas largas que reinan mi habitación,
abrazaderas en mis noches de insomnio.
Tu cabello, cascada primorosa,
me hace sentir ante una diosa.
Tus lunares son caminos,
constelaciones grabadas en tu piel,
oh mi morena…
Con tus uñas color vino
marcas sentido en mí,
reclamándome,
me haces inclinarme ante ti
como un caballero
a la más hermosa flor,
sediento de ti,
de la sed que me provocas.
Tus ojos, zafiros enloquecidos,
me confunden,
me embriagan,
llenan mis sentidos
hasta el borde de la locura:
una adicción que ni el tiempo
podrá borrar,
ni cualquier otra musa
que roce mi cama.
Brillas más que cualquier estrella
en la vasta Vía Láctea.
Y aunque te fueras,
aunque huyeras,
seguiría reconociéndote:
en el perfume,
en la comida,
en la ropa,
incluso en los amaneceres
que contorneaban tu figura.
Porque tú,
mi morena…
tú siempre estás.
-S.S