No te puedo dejar de querer, aunque a veces
una sombra se escurre entre nuestras estepes;
nos reímos, lloramos, temblamos callados,
y al rozar una herida, quedamos helados,
como si lo vivido se hiciera reveses.
Son mil horas de gozo, de juegos, de abrigo,
de besarnos el alma sin tiempo ni abrigo;
pero hay grietas pequeñas que duelen profundo,
y aunque sigue latiendo lo nuestro en el mundo,
algo en mí se estremece si lucho contigo.
No dejemos que el hielo consuma la hoguera,
que una riña nos robe la primavera;
si en tu pecho me anido y respiro sentido,
que el amor no se pierda por algo torcido…
lo que fuimos aún vive, aún quema, aún espera.