La poesía nació en mi pecho,
cuando no sabía qué decir,
cuando todo dolía en silencio,
y solo podía escribir.
La filosofía vino después,
con preguntas que no entendía,
quería saber por qué lloro,
por qué duele también la alegría.
La poesía me hablaba en susurros,
con palabras suaves, sencillas,
me enseñó a mirar las estrellas
como si fueran semillas.
La filosofía, en cambio, pensaba,
me pedía buscar la verdad,
me hacía mirar hacia dentro
y dudar de la realidad.
Una canta sin saber por qué,
la otra quiere saber para qué.
Una siente, la otra piensa,
y yo vivo en medio de las dos.
A veces escribo lo que siento,
a veces escribo lo que sé.
Pero siempre hay un poco de ambas
en cada verso que dejé.