Cada día al despertar, suspiro tu nombre,
anhelo tu risa, tu voz, tu perfume.
Eres mi calma, mi fe, mi renombre,
el trébol que brota en medio del lume.
Pasé por momentos de sombras y frío,
donde el alma callaba, vacía, sin fe.
Donde incluso yo mismo, amor mío,
me olvidé de soñar, de amar, de por qué.
Fui triste, fui sordo, fui gris e indiferente,
como un río sin cauce, sin canto, sin fin.
Pero entonces llegaste, como el sol entre la gente,
y volvió el color, y volvió el jardín.
Hoy me siento feliz, tan feliz que respiro
el mundo en tu abrazo, la vida en tu ser.
Y cada día que paso contigo, lo miro
como el mejor regalo que pude tener.
Tu risa me llena, tu luz me bendice,
tu paz me renueva, tu amor me curó.
Cada instante a tu lado, mi amor, me lo dice:
que contigo la vida de nuevo empezó.
Quiero verte feliz, por siempre, mi cielo,
porque al verte brillar, yo también brillaría.
Eres mi suerte, mi fe, mi anhelo,
mi trébol sagrado de cada día.
Así que si alguna vez te preguntas, amor,
si este amor es bonito o si es de verdad...
mírame los ojos, escucha mi clamor:
eres mi todo, mi hogar, mi eternidad.