En la ciudad donde todos caminan,
nadie se mira.
Ojos en vidrio,
corazones en pausa.
Hay risas que se escriben,
pero no se oyen.
Abrazos con emojis,
pero no con brazos.
Los niños nacen con sueños de Wi-Fi,
y los viejos mueren
sin que nadie los despida.
¿Dónde quedó la calle,
la ronda,
el banco de plaza
y la charla sin prisa?
Hoy se vive deprisa
pero se ama despacio.
Y el alma,
esa sí,
se nos va quedando sola.