Leoness

La Alquimia del Asfalto

Donde el bloque de esa urbe desordenada, 

donde las sombras y líneas se entrecruzan

 como cicatrices de un sueño olvidado, 

y las luces y sátiras ahorcadas 

son lágrimas de neón que gotean sobre el tiempo. 

 

Entre lienzos de contaminación que el aire dibuja

 con pinceladas de óxido, y melodías rancias 

de vehículos desbocados que son el canto de sirenas 

de un naufragio urbano.

 

Bajo las entrañas de la acera, 

donde los adoquines respiran un aliento de asombro, 

emerge la diva entre gafas multicolor, 

un espectro de cristal y ecos. 

 

Sus ojos agujeros negros donde se ahogan las estrellas, 

y baila para mí, aquel fandango que, 

guitarra en mano, esgrime su maestro, 

un ilusionista de la gravedad. 

 

Cada paso es un laberinto que se abre y se cierra, 

devorando la lógica.

Y en la noche, cuando el hormigón susurra secretos

 a la luna menguante, se confunde la música

con el crujido de los huesos de la memoria, 

el arte con el parpadeo de los semáforos que guían a nadie,

 la belleza con la humedad

que empaña los cristales de un escaparate vacío.

 

 El firmamento, un velo rasgado

que deja entrever el esqueleto de un dios. 

Todo es un eco, una vibración,

una alquimia de lo imposible.

 

¡El fandango se desespera en el laberinto de la noche, en compañía de su guitarra!