No me hables de teorías,
ni de versos que se doblan como ideas enredadas.
La poesía de verdad
nace donde no hay palabras,
en el gesto que no hiciste
y en la lágrima callada.
No necesita metáforas,
ni un diploma, ni una cátedra.
Se escribe con los huesos
cuando el alma ya no aguanta.
Con el pulso tembloroso
del que siente y no lo salva.
Es un grito,
es un suspiro.
Es la madre que acaricia
sin saber que está escribiendo
la estrofa más infinita.
Es mirar el cielo sucio
desde un rancho que rezuma,
y aún así decir: es bello
aunque duela y no se cure.
La poesía verdadera
no busca ser entendida,
quiere ser sentida,
vivida,
y hasta llorada sin medida.
No es de poetas,
ni de sabios,
es de gente con heridas.