Arrinconado en la estancia es mi turno que espera
un final despreciado que habrá surgir con más vida
tras que todo esto amargo lo embadurnen afuera
de sus mismos problemas holgazanes sin rango que se les deba.
Mísera impotencia de oponentes tan a escuadra
cuando sólo una ojeada revela en ellos mucho el ansia
pues qué arma corresponde en el amor reverencial
cualquier noche que se postre otorgando inmensidad
a reliquias del momento pasajero que nos halla.
Filtro a mi descontento es la sed que hoy ejerzo
como única cura razonable a esto de dentro
que no hay quien cambie ni ponga derecho,
mero azar de imágenes convergiendo hacia algún núcleo
futuramente en forma de alzado llamamiento
quizás esperanzando rostros por el suelo sucio.
Ni que pose, soslaye de la infinidad el temblor
si de dioses o padres apenas me reconozco a mí en yo,
dirección adonde debo empobrecerme un poco
casi hasta que pueda dar constancia del hoyo en el que estoy
al faltarme toda magia confiado en otro clon,
el mismo resultante de pruebas sin control
que atiende a sus antenas receptoras de un disloque entre los dos,
síntoma perfecto de que estaremos siempre solos
sobre el vértigo mortal al que nos toca asomarnos
tan tarde además que no hay cansancio jamás,
ni los párpados caen cerrando el caso detrás del disfraz,
enemistado cristal que de indescifrable al quebrarse su mueca,
pulso o nación que a plomo desemboca
corredor negro nexo a nuestras fobias perforantes,
la que tengo alrededor, mentira afectuosa
de nuevo ante trayecto arduo, gradualmente punitivo
y puro por descaro de tanto ya hoy conmigo
pensativo que patino pero tampoco aprovechéis
unos cruces de intereses espiral que traen fracaso.