Recuerdos de una tarde
Recuerdo aquella tarde en que nos vimos;
tú estabas en la casa de la esquina
y yo, que caminaba en mi rutina,
llegué hasta la ventana y compartimos.
De pronto, conversamos, sonreímos
de toda nuestra vida clandestina,
y alguno, que se hallaba en la cocina,
salió para mirar y lo supimos.
Y mientras nuestra dicha comenzaba,
llegó a aquel lugar un hombre raro,
con cara de enemigo, mas, callaba.
Entonces, con la duda, pregunté,
¿qué hacía ese varón con gran descaro,
tratando de escuchar lo que conté?
II
Serena, respondiste, en el instante:
él es quien llega a la congregación
y dice, que es motivo y gran razón,
saciar el interior de caminante.
Mas dicen los demás que es un bergante,
así, desde que entró a la religión.
Por eso ese carácter de ambición,
sabiendo que conmigo es algo errante.
Estando convencido del asunto,
seguí como si nada había pasado,
que ahora, no molesto ni pregunto.
Tan solo, creo en ti, mi amor, de veras,
después de ese momento ya olvidado,
pensando con quererte y que me quieras.
Samuel Dixon