¿A dónde vas?,
sabía la respuesta,
«a ningún lado»…
corría sin escuchar mis pasos.
Ese calor que fluye,
es el de los músculos marchando,
con dolor y fuerza,
debí escuchar más mis pasos.
La pisada se desvía un poco,
el puente se tambalea,
el cielo cambia… pero seguí flotando,
aunque debí escuchar más a mis pasos.