Es jodido como la cabeza funciona.
Uno pasa dandole vueltas y vueltas a las cosas,
como una rosca.
Y a veces, uno cree que de tanto pensar
esos pensamientos se van a escapar.
Como si fuera algo, que si lo empujas mucho
se va a colar por las orejas.
Y me pasa eso con ella,
pienso tanto en ella que a veces
me da la sensación
que de alguna manera lo tiene que sentir.
Que el aire, la luz, o cualquier cosa
se va a embarrar de eso que pienso
y le va a ir a tocar el hombro para decirle
-mirá, allá está ese loco
pensando en vos.-
-Ella- es de esas que guardan los silencios
sus palabras, son contadas, justas,
como una mediana cortesía.
a veces uno viene y no quisiera esa carta,
esa que sostienen sus delgaditas manos,
esa carta con platos de nombres raros
y curiosos
vinos que no me interesan
saber de su cosecha,
porque uno, no sabe de esas cosas.
NO.
Yo quiero la cocina sencilla,
la de verdad.
La que nace de su casa,
la que cocina o prepara cuando nadie le espera
un pan así, sin mucho adorno, tostadito
untadito con miel, y un café sin protocolo,
así sin complicaciones.
Servido en ese plato de loza gastada, o plato desechable,
así de desechable,
como este fugaz y cobarde impulso mio,
que ladra pero no muerde,
que amenaza con saltar la barda pero se queda echado.
Asi pues, no me animo a caminar lo suficiente,
a arrastrarme hasta sus piecitos,
hasta donde ella espera firme.
Y ella me espera, claro,
pero para que
uno,
pague la cuenta
y se largue a la calle.