Miro por la noche,
sentado en un bus rumbo al norte.
Observo a las personas subir,
regresar a casa del trabajo, del estudio,
con el peso del día colgando de los hombros.
Intento aprender a leerlos,
a descifrar con los ojos lo que no dicen.
Ser más observador,
adivinar en sus gestos lo vivido,
el cansancio, la rabia,
la nostalgia, o simplemente
el deseo de llegar.
Gente que camina por la calle
como si viniera de muy lejos,
no solo en kilómetros,
sino en historias, en batallas invisibles.
Veo sus rostros,
y ensayo en silencio una lectura:
¿están tristes? ¿se sienten solos?
¿esperan algo… o a alguien?
Pero aún estoy aprendiendo.
Me pierdo en los matices,
en lo que no alcanzo a entender.
Solo sé que cada rostro
es una página sin terminar,
y yo… apenas estoy aprendiendo a leer.