Bajo el velo brumoso de un tiempo lejano, donde el verde se funde con el aire sereno, fluye el mar, espejo de un cielo arcano, entre casas de madera, un sueño ameno.
Farolillos rojos, cual ojos de un dragón, alumbran la noche que en el agua se mece, invitando al caminante a la contemplación, mientras el cantar de la vida en calma crece.
Barcas de mi ciudad, como loto en su seno, navegan lentas, llevando paz y quietud, testigos mudos de un pasado ameno, donde el amar encuentra su virtud.
Montañas que abrazan el valle dormido, envueltas en palmas, misterio y verdor, un lienzo pintado, jamás prometido, donde cada suspiro es un canto de amor.
Así es tu sonrisa, en este paraje, se funde con el agua, el cielo y la bruma, un poema eterno, un bello mensaje, tejido con hilos de paz y de espuma.
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