marco romero

La L que me habita

La L que me habita

 

Esa \'L\' alargada, una mayúscula en el diminutivo de su nombre —se erguía, áspera, como un faro cuya luz se fracturaba en la niebla arremolinada del recuerdo. Un faro único, de dolorosa agonía.

 

No pude desprenderme de la piel de amarla, porque el olvido es una mentira, un susurro de los débiles. ¿Y la memoria? Una cruel y brillante estafa. Así que amé, contra mi voluntad, los contornos brutales de la ausencia. Esas formas nuevas, de bordes afilados.

 

Todavía hay días en que desvelo para ti el tapiz de mis horas, aunque tus oídos sean sordos a mi voz. Días en que me ato los zapatos y camino contigo, siendo mi única compañía el preciso dolor de tu no-ser. 

 

Garabateo cartas, las palabras derramándose sobre la página como sangre, sabiendo que no leerás, sabiendo que mi devoción se ha agriado hasta la indiferencia para ti.

Y luego, hay momentos —una repentina y desesperada bocanada de aire— en que juro que este amor no ha muerto.

 

 Porque cierro los ojos, y tus labios están allí, una presión fantasma, y te estoy besando, una y otra vez, hasta la oscuridad.

 

m.c.d.r