Desengaño
El día que ingresé para mirarte
estaba tu papá justo en la puerta
y yo, disimulando al verla abierta,
me puse, solamente a contemplarte.
De pronto vi marcharse por su parte
al hombre que cuidaba en pos de alerta,
y entré, como si nada, sin cubierta
con paso acelerado para hablarte.
Cruzando aquel umbral, muy inseguro,
llegué y hasta saludé con mucho esmero
a aquella dulce chica, frente al muro.
Mas dentro de la escena, descubrí
que estaba ante tu hermana de primero
y tú, no te encontrabas por ahí.
II
Al ver que había fallado aquel intento,
dispuse a preguntarle a cuya dama
si estabas acostada en plena cama,
allá donde descansa el pensamiento.
Pero ella respondió con argumento:
yo creo que en silencio se derrama
después de recibir un telegrama
de alguno que le roba el sentimiento.
En eso, recordé lo que en dos días,
había compartido yo contigo;
aquel viejo poema que decía:
contigo quiero todo y te bendigo.
Y así, por esperarte, si salías,
tu padre me encontró y fue testigo.
III
Mi mundo al verlo cerca, se detuvo,
pensé que había caído entre la rampa
y tuve un pensamiento sin estampa
en donde todo el sueño se contuvo.
Y el pecho retumbó, no se sostuvo;
y dije, ¿cómo estás, señor? ¡Oh... trampa!
Mas él me respondió, ya no hay chinampa,
es una decisión la que mantuvo.
Allí, yo comprendí que el corazón,
buscaba entre las sombras lo que existe,
así, que di a tu padre la razón.
Y estuve mucho tiempo por despiste,
creando en realidad, conversación,
y tú, por más que quise, no saliste.
Samuel Dixon