Respiramos despacio, como vidrio,
frágiles bajo el sol que no calienta.
El alma se adormece en su delirio,
como un cuarto sin puertas ni equilibrio.
y el día sin permiso se reinventa.
Los relojes mastican la rutina,
y el insomnio predica su letargo.
La mente es un presidio que germina
y corona el silencio con espinas
donde un dios de ansiedad levanta un cargo.
Hay sueños archivados como estatuas,
con número asignado en la carpeta.
Sus alas ya no tiemblan: son las pautas,
que olvidó las promesas entre flautas,
de un mundo clausurado por las metas.
Vivimos disfrazados de alegría,
con risas que decoran el abismo.
La ansiedad es un dios sin luz ni guía,
es pandemia de sombra y letanía,
no cree en la piedad ni en catecismo.
JUSTO ALDÚ © Derechos reservados 2025.