William26🫶

Universos Paralelos

Universos Paralelos
por Wcelogan

 

Universos diminutos
bajo el cielo de mi casa,
donde la tierra respira hondo
y las hormigas desfilan
en su danza secreta,
entre hojas que susurran
mapas ocultos en las grutas
de mi infancia infinita.

Un barquito de papel
navega el estanque:
sus velas son risas,
sus vientos, los sueños,
y cada pliegue, una historia
de aventuras sin fin—
un océano de bolsillo
en un rincón escondido.

Las flores asoman sus rostros,
colores que vibran
como carcajadas de niños.
Sus pétalos musitan
pactos con las abejas,
y el horizonte recoge
sus voces fragantes,
un coro que abraza la tarde.

Las piedras también guardan historias
bajo el chal húmedo del suelo.
En rincones olvidados,
el tiempo se detiene:
castillos de arena,
montañas de hojas secas,
reinos que nadie atisba.

Cada sombra que se alarga
es un viaje en el tiempo,
un salto entre historias.
Las horas se pliegan
como origami en el aire,
en este microcosmos
donde todo es posible,
donde un suspiro
despierta galaxias dormidas.

Bajo el cielo infinito,
en este patio modesto,
hay cuentos enterrados
entre brechas del suelo,
donde los sapos meditan
y las luciérnagas titilan:
brasas errantes
que recuerdan la magia
de lo que vive a plena vista.

Así miro mi patio
con ojos de niño:
ahí están los mundos,
los rincones sagrados,
donde la vida florece
en su forma más pura.
Universos ocultos,
en un cuento de paz,
en el latido de la tierra,
todo empieza / con una luciérnaga.

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Se fue sin cerrar la puerta
por Wcelogan

No dejó una carta.
Ni un insulto.
Ni siquiera el ruido de un portazo.

Solo el chasquido blando de sus pasos
bajando la escalera,
como quien no quiere despertar al que ya ha muerto.

Y yo,
que no supe pedirle que se quedara
—porque tampoco sabía cómo pedir que me mataran despacio—,
seguí sentado frente al ventanal gris,
dejando que la historia se pareciera cada vez más a la tristeza.

No lloré.
No quise ese lujo.
El llanto es para los que aún esperan algo.

La casa no se inmutó,
el reloj siguió mintiendo su eternidad.
Y afuera, los vecinos siguieron
como si no supieran que acababa de irse el amor más grande del siglo
de este desaire en dos pies.

Algunos preguntaron por ella.
Dije lo que se dice en estos casos:
que viajó,
que está bien,
que fue todo en buenos términos.

Mentí con la dignidad de un perdedor herido.
Mentí para no decir:
“me dejó como se deja una jaula abierta,
porque ya no tenía miedo del mundo.”

No sé si volverá.
Ni siquiera sé si quiero.

Solo sé que hay una sombra
que sigue sirviendo dos platos cada noche,
aunque uno se enfríe
y el otro me sepa a derrota.