Los que de corazón se quieren, saben
que el labio es torpe, y calla lo profundo
que el eco más sutil no está en el mundo
sino en la voz de aquellos que se alaben.
Los ojos mienten, las palabras caben
en vana flor, en humo vagabundo
pero el latir, tan cierto y tan rotundo
es lengua que los cuerpos solo saben.
Así se hablan dos almas, tan calladas
que basta un roce leve, luz temprana
pues laten con su verbo ya bordadas.
Y aunque el rumor de afuera las desgana
de pecho a pecho, fieles, acalladas
las almas se acoplan, meditadas.
“Los que de corazón se quieren, sólo con el corazón se hablan.”
Francisco de Quevedo.
πΊπ