Un ruiseñor cantaba fuerte en lo alto del árbol. Un tomeguín lo miraba desde abajo y suspiraba:
—¡Cómo quisiera cantar como tú! —dijo el tomeguín.
El ruiseñor sonrió y le dijo:
—Pero yo quisiera brincar como tú, ligero entre las ramas.
Entonces el tomeguín cantó una notita alegre, y el ruiseñor bajó a saltar junto a él.
Así descubrieron que cada uno tenía su propia alegría, y juntos hicieron la música más bonita del bosque.
Moraleja: No importa si tu voz es grande o pequeña; si cantas con el corazón, siempre alegrarás el mundo.