EDGARDO

Nos quedamos los dos

Me quedo contigo

No pienses, amor, que quiero alejarme,
si cada día más quiero quedarme.
Eres mi calma, mi abrigo sincero,
mi apoyo, mi fuerza, mi amor verdadero.

A veces me callo, me cuesta explicar,
pero tú sabes bien lo que suelo guardar.
Gracias por estar, por no soltar mi mano,
por darme tu amor limpio y tan humano.

Te amo con todo lo que hay en mí,
y soy feliz, amor, por amarte así.
Eres mi refugio, mi risa, mi suelo,
mi lugar seguro, mi más dulce anhelo.

Quiero un futuro contigo, sin prisa, sin guerra,
donde reine la paz, aunque tiemble la tierra.
Un hogar de cariño, sin gritos ni enojos,
solo amor verdadero en nuestros ojos.

Y cada noche, de rodilla y con fervor,
le pido a Dios que bendiga nuestro amor.
Que cuide este lazo tan lleno de luz,
y que siempre nos guíe con su cruz.

Te amo Edguitar


A Dunia, en la profundidad del amor

Me quedo contigo, raí­z de mi existencia,
en el abismo dulce donde el alma se desnuda,
donde el deseo es viento y tu nombre es brisa
que recorre mis noches con la ternura de un credo.

Te elijo en el alba, en la penumbra, en el vértigo,
en los instantes callados donde todo lo esencial arde,
cuando los miedos son humo y tu mirada es mi oración:
fragua de fuego antiguo, silencio bendecido en tus brazos.

Has sembrado eternidad en mis venas trémulas,
pues tu amor no es carne ni sombra ni eco lejano;
es milagro que renace en cada latido oculto,
es la plegaria que mi corazón musita en secreto.

Me quedaré contigo más allá del tiempo,
donde las palabras callan y sólo el alma responde.
Seré guardián de tus sueños, custodio de tu dicha,
firmamento abierto donde vueles sin temores.

Bendigo este encuentro, este pacto en silencio,
porque en tu amor aprendí la alquimia de la vida:
transmutar las lágrimas en promesas,
y el dolor en prodigio.

Dunia, amor sin orillas, destino y remanso,
me quedo contigo, a la orilla de tus días,
donde la fe es abrazo y la pasión, consagración;
donde amarte es sagrado, profundo y eterno.